lunes, 31 de marzo de 2014

Próxima parada: Sant Just. Parte IV.



Con las manos menos húmedas que antes, llamó a la puerta y desde su interior se escuchó una voz masculina que le permitía el paso. Susana cogió el pomo metálico que en su mano parecía hielo y lo giro para abrir. Al entrar, vio a dos personas allí, eran dos hombres, pero ninguno de ellos tenía aspecto de sacerdote.
El más alto de los dos la miró directamente a los ojos y cogiendo unos papeles de una mesa le dedicó una gran sonrisa. El otro, que rondaría los cuarenta, estaba al otro lado de la habitación, colocando una gran pila de libros en una estantería. Acercándose hacia ella y quitándole el papel de las manos a su compañero, que seguía mirándola y sonriendo, dijo:
-Susana, ¿verdad?
- Sí, soy yo. – contestó no muy segura de sí misma. Estaba abstraída y bastante intrigada por aquel chico tan alto que parecía una estatua desde que había entrado en la sala. No podía dejar de mirarlo.
- Perfecto, te estábamos esperando. Bienvenida. Mi nombre es Eugenio y soy el coordinador de las reuniones. Éste es José.

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