Él siempre había viajado mucho, había visto cosas que no
mucha gente ha tenido la oportunidad de ver. Cuando viajaba se sentía un hombre
libre; y ahora que no estaba en su ciudad, en su mundo, ahora que una ciudad
entera se abría a sus pies, se sentía anclado. Era una sensación desalentadora,
le faltaba algo y no sabía muy bien el qué. Se había acostumbrado a vivir allí
y, de hecho, creía estar viviendo la vida con la que siempre soñó.
Pero algo no encajaba. Tenía mil puertas delante de sus narices y no se decidía por ninguna, trabajos en empresas, cursos de formación, un sinfín de gente conocida y de gente por conocer... Las cosas seguían sin encajar. A veces escribía, soñando que estaba en otro sitio, aclarando ideas, creando nuevas teorías que salvarían el mundo. Pero todo eran palabras que le hacían sentir mejor y que no le llevaban a ninguna parte. Era un cobarde. Supongo que quería llegar a ser alguien, a marcar la diferencia, quería demostrarle a su padre que él era capaz de hacer algo. Demostrárselo a sí mismo. Recordaba su vida cuando todavía vivían todos juntos y pensaba que había sido feliz.
Pero algo no encajaba. Tenía mil puertas delante de sus narices y no se decidía por ninguna, trabajos en empresas, cursos de formación, un sinfín de gente conocida y de gente por conocer... Las cosas seguían sin encajar. A veces escribía, soñando que estaba en otro sitio, aclarando ideas, creando nuevas teorías que salvarían el mundo. Pero todo eran palabras que le hacían sentir mejor y que no le llevaban a ninguna parte. Era un cobarde. Supongo que quería llegar a ser alguien, a marcar la diferencia, quería demostrarle a su padre que él era capaz de hacer algo. Demostrárselo a sí mismo. Recordaba su vida cuando todavía vivían todos juntos y pensaba que había sido feliz.
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