viernes, 14 de marzo de 2014

Ella



Pesimista e insegura se levantaba cada día y metódicamente se arreglaba. Los mismos movimientos al lavarse los dientes, las mismas pasadas del cepillo sobre su pelo moreno. Frente al espejo se veía y nunca sabía si estaba contenta con su reflejo. Ahora ya no era rubia. Esa mañana se vistió con sus vaqueros favoritos y esa camiseta blanca que se transparentaba un poco, con ganas de comerse el mundo, abrió la puerta y salió a la calle. 
Montada en el tren que la llevaba cada día a la universidad se quedó observando a una niña pequeña que jugaba con su madre. Nunca le habían gustado los niños pequeños, ruidosos, caprichosos, impulsivos e inocentes. Ella también era así. De repente no le hizo falta el espejo para verse reflejada. Esa pequeña niña le había hecho sonreír, le había despertado un instinto maternal que nunca había sentido. Se veía y se empezaba a querer. Estaba descubriendo cosas nuevas de su personalidad. 

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