Al torcer
por una esquina, el autobús dio un bote y el abanico de la señora de los
caracolillos cayó al suelo, sacando a Susana de sus pensamientos. La mujer, con
cara de disgusto miró al conductor, que seguía conduciendo como si nada, y al
ver que no había remedio, se cruzó de brazos y miró por la ventanilla. Fuera, el sol ya no se veía y las hojas de
los árboles se agitaban como si les faltara el aire. Susana, de repente,
recordó algo y se agachó para coger la mochila que tenía en sus pies. La abrió
con mucho cuidado para no darle un codazo al señor que tenía sentado a su lado.
Era un hombre bastante corpulento y parecía que la piel que sobresalía de su
camiseta estaba pegada al asiento debido al calor. La verdad es que Susana no
quería ni rozarlo, pero intentaba pensar en otra cosa cada vez que el autobús
daba un bote y con él, su compañero se movía para recolocarse en el asiento. De
la mochila sacó su carpeta azul de la universidad y buscó entre los separadores
hasta dar con una hoja doblada por la mitad en la que había unos pequeños
trazos hechos a lápiz. Aquella mañana, entre clase y clase, había aprovechado
para ir a la biblioteca de la facultad a buscar en Internet la ubicación exacta
de la reunión en un mapa y lo había copiado todo en un papel. Según sus
cálculos debería bajarse del autobús dentro de tres paradas, pero como no
estaba muy segura de dónde se encontraba la iglesia y no aguantaba más a su
compañero de viaje, decidió acercarse al conductor a preguntar. El conductor le
aclaró sus dudas pero no supo indicarle muy bien hacia dónde tendría que andar
una vez en la calle. Parecía que la iglesia se encontraba en una callejuela un
tanto escondida. De pie, junto al conductor, Susana miró de nuevo su mapa, que
había pasado de tener trazos a tener unos cuantos borrones negros debidos al
sudor de sus manos. Se frotó la mano izquierda contra el vaquero y volvió a
agarrarse a una barra para no perder el equilibrio. De pronto unos golpecitos
en su hombro le hicieron girar la cabeza hacia la derecha. Tenía un abanico
posado en el hombro y una gran sonrisa apareció en su cara.
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