A mí, como ya os he contado más veces, las cosas me suelen venir torcidas, nunca por un camino de rosas y siempre con mucho, mucho esfuerzo. Pues bien, tengo una cualidad muy especial y es que soy ambidiestra (o ambidextra, como prefiráis): Puedo hacer un montón de cosas con las dos manos, desde lavarme los dientes hasta escribir.
Eso sí, yo no nací así, yo me hice. O mejor dicho, me hicieron.
La realidad es que nací zurda. Sí, lo sé, siempre he tirado un poco hacia la izquierda. Pero la "tontería" me duró bien poco. A los
cuatro años, una monjita que a mi me parecía muy simpática, me obligó a
cambiar de mano a la hora de escribir, por eso de que si eres zurdo
estás relacionado con el diablo...
¡Qué maja la monja! ¿verdad?
Desde entonces, así voy por el mundo, con la asignatura derecha-izquierda suspensa. No sabéis la de veces que he mandado a gente a donde no era y no tenéis ni idea de lo que fue sacarme el carné de conducir:
- Cuando puedas, gira a la izquierda.
- Muy bien, allá que vamos.
-¡No!¡Loca! ¡La otra izquierda!
Todo siempre con mucho, mucho esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario